lunes, 7 de noviembre de 2016

NECESIDAD DE CONTROL



No hay duda de que la política ha cambiado. Queremos decir entonces que la economía ha cambiado. En el siglo pasado, en una sociedad de manufacturas, era casi normal la sustentación de ciertas políticas que protegieran al trabajador en tanto y cuanto era un potencial consumidor de los propios productos manufacturados. En ese sentido, la sociedad seguía funcionando a nivel local, las políticas y sus efectos se retroalimentaban a sí mismas. Era de interés, por lo tanto, que existiera un Estado del bienestar, debido a que era necesario que hubiera consumidores que tuvieran ingresos para comprar productos.
Hubo un momento en el que comenzó a ser posible ganar más dinero, o un dinero similar, en operaciones especulativas, en operaciones sobre el propio dinero, que en la propia producción de manufacturas. Es decir, era posible una ampliación del propio capital de las empresas de manufacturas si éstas dedicaban cierto esfuerzo de capital a operar en este tipo de operaciones. Por ello, los bancos, cajas y demás entidades de inversión han ido convirtiéndose en núcleo de la sociedad empresarial, por ser capaces de obtener un beneficio sin necesidad de producir un objeto. En este sentido, es casi natural que las sociedades hayan ido adoptando políticas más alejadas del interés común, teniendo en cuenta que no es necesario el consumo de un producto para la existencia de un beneficio. Es obligatoria una necesidad de consumo para obtener ciertos bienes u objetos, pero debido a que los consumidores no van a ser educados en un consumo racional, sino disparatado, lo normal es que las personas acaben viviendo del crédito bancario. Tanto es así que no es raro que haya solicitudes de crédito para pagar otros créditos, lo cual es incluso positivo para estas empresas bancarias, que lo que hacen es transferirse una deuda, pero no obviemos que su activo necesario es la propia necesidad de deuda. En definitiva, el dinero es más virtual que real. No es posible que los ciudadanos dispongan todos a la vez del montante total de su dinero, porque en definitiva, no existe como materia sino como fluido.
Podríamos pensar que si la política tuviera algo de política, lo normal es que elaborara leyes que controlaran o limitaran este tipo de comportamientos. En sentido contrario, más bien la política ha venido siendo lo mismo: efectúa su legislación y sus decisiones en base a los intereses de las multinacionales. Pero esto sucede como algo normal, no como un maquiavélico plan que ha venido a destruir la democracia. Mientras sigamos usándolo de ese modo de manera argumentativa, seguirá siendo del todo inútil.
Pero, entonces, ¿qué cambió en la sociedad de los años 60 del pasado siglo a la sociedad de, por ejemplo, los 80 o 90? El auge de la publicidad. La publicidad se convirtió en una industria propia y no en un propio sector de la empresa dedicada al marketing. Cuanto más fue la accesibilidad de la población a los medios de comunicación, en especial a la adquisición de un televisor, mayor fue la industria de la publicidad. Tener un televisor en casa fue esencial como símbolo de progreso social, tanto como ahora es algo totalmente normal. Sin embargo, no tenemos que irnos tan atrás para ver hasta qué punto los cambios en la sociedad son creados a través de una necesidad comercial (creada). Si vamos al año 2010, veremos como la mayoría de empresas de telefonía ofrecían un teléfono inteligente gratuito por la renovación del contrato o por el cambio de compañía. Algo que duró aproximadamente hasta 2012 cuando el uso de este tipo de teléfonos era total. De esta manera, ya no era necesario estar en nuestras casas para recibir información constante, sino que la podíamos hacer portable y accesible a todas horas. Creada una necesidad en los hábitos, el consumo de estos teléfonos sería un negocio seguro, y probablemente, la necesidad de novedad haría que los terminales fueran cada vez mejores en prestaciones y menores en duración. Basta con analizar cuántos terminales hemos tenido cada uno desde 2010 o 2011 y cuantos habíamos tenido anteriormente.
Lo que no era probablemente esperado es que en un principio la intercomunicación total creara nuevas redes de sociabilidad entre las personas y se aumentara su uso. Tanto es así que la mayoría de movimientos ciudadanos fueron convocados, creados y organizados desde internet, de manera tan masiva que se escapaba al control. La información fluía de manera más rápida y privada, algo que colisionaba con los canales institucionalmente válidos de información. Habían promocionado un ágora sin darse cuenta.
Puesto que cualquier tipo de prohibición explícita es contraria a las bases de nuestras sociedades, lo único que tuvieron que hacer es dar espacio en los medios institucionales a las propias comunidades que estaban surgiendo. En cuanto decidieran institucionalizarse, morirían de éxito (y si no recordemos que las primeras veces que Pablo Iglesias apareció en televisión fue en Intereconomía). Durante ese transcurso, tenían el tiempo necesario para adaptarse a las nuevas formas y redes de información. En el momento en que lo hubieran hecho las clases dominantes, significaría que lo habría hecho todo el mundo. Esto quiere decir que probablemente las comunidades de información y reunión pasarían a ser propiamente simple información que discurre. Bastaría decir que la creación de diarios informativos virtuales proinstitucionales es desde hace dos años, masiva. Tan masiva como lo eran las plataformas y asociaciones que se estaban forjando anteriormente. Y, una vez institucionalizada una fuerza que se disgregaba en innumerables grupos que reclamaban cada uno su proclama en Podemos, el espacio institucional vacío que creaba la desconexión entre la población y la política era naturalmente rellenado. Aunque parezca mentira, no queda tan lejana la estampa de las imágenes y las porras de los antidisturbios metiéndose en el Metro a buscar manifestantes.
Para mostrar en evidencia todas estas elucubraciones, basta con leer que el gobierno de México decidió no hace mucho regalar 10 millones de televisores a la población que no pueda hacer frente al apagón analógico (http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/25/actualidad/1422153958_948285.html).
A partir de aquí, cada uno es libre de juzgar, o de acudir al bolsillo para consultar el Facebook, o buscar el mando para encender el televisor…

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